Helen Keller fue a principios del siglo XX un sorprendente caso de superación, sorda y ciega por una enfermedad, gracias a la ayuda de Ana Sullivan que la educó logró tener un título universitario, ser escritora y activista política. En 1959, el dramaturgo William Gibson convertiría la historia de los comienzos de la relación de Keller y Sullivan en una obra teatral. Esta obra teatral se representó hace unos años en el Teatre del Raval, en cuya versión un muy buen amigo mío, el actor Marius Hernández, interpretó dos papeles secundarios cuando no lo conocía personalmente.
Y a partir de la obra de Gibson, Arthur Penn hizo El milagro de Ana Sullivan, para mí su primera gran película (El zurdo me gusta, pero creo que no llega a su nivel). Sin olvidar su origen teatral, Penn dio una gran lección de cine, dotando a la historia de Keller y Sullivan de una gran fuerza y una gran delicadeza, apoyado en las dos actrices que habían estrenado la obra en teatro, Anne Bancroft y Patty Duke, casi unas desconocidas en cine. Fue el lanzamiento de Bancroft, no tanto de Duke, de irregular trayectoria después y ambas ganaron el Oscar.
De la banda sonora se encargó Laurence Rosenthal, es uno de mis trabajos favoritos del excelente compositor.
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