
En muchos momentos, Arturo Fernández parecía una parodia de sí mismo, con su sempiterno smoking, su aire de galán por muchos años que tuviese, su tendencia al histrionismo (alguna vez en demasía, como en su última película Desde que amanece apetece, por la que le di el premio a peor actor del año), sus chatinas y sus declaraciones franquistas, algunas muy pasadas de rosca.
Pero lo que no le puedo negar es carisma, ahí lo tenía de sobra, talento para la comedia cuando tenía buen material (Truhanes) y cuando tenía material menos interesante (muchas películas de su carrera). Y sobretodo, y mi parte preferida de su filmografía, su ahora menos conocida carrera en el cine policiaco español, creo que sus mejores momentos han sido en filmes como Distrito quinto, Los cuervos y El crack 2. Descanse en paz un icono del cine, el teatro y la televisión españoles.
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