El caso de la patinadora Tonya Harding ha pasado a la historia como uno de los más surrealistas de la historia del deporte, tras la agresión por parte de un matón, contratado por su marido y seguramente por ella, a una rival. Y el filme del australiano Craig Gillespie (no había hecho nada medianamente bueno desde Lars y una chica de verdad hasta ahora) está a la altura. Solo se puede plantear esta historia desde el punto de la comedia negra, y esta es negrísima, la banda de freakys que protagonizó el hecho real está muy bien llevado a la pantalla, y todo el reparto hace buenas interpretaciones, pero brillan sus dos actrices principales: Margot Robbie demuestra que se le dan mejor los personajes turbios o idos de olla (este, El lobo de Wall Street, Escuadrón suicida, donde era lo único salvable) que los más planos como Tarzán, y que es una actriz muy a tener en cuenta. Pero quien se lleva la palma es la veterana Allison Janney, cuesta olvidarse de su personaje de madre posesiva (a Hitchcock le hubiese encantado este personaje), fumadora, que no para de decir tacos y que tiene su "momento Umbral" diciendo que hace rato que no sale en el filme; el Oscar que se llevará con toda seguridad Janney es del todo merecido, aunque deberían darle otro al loro que la acompaña. Filme muy notable, quizás le sobran algunos minutos, pero es un defecto menor.
Nota sobre 10: 8
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