Durante los últimos años, el mito de mi niñez del "ecologista" Jacques Cousteau se me ha ido derrumbando. De uno de los paladines del ecologismo (en parte lo fue, pero pesa demasiado su parte oscura), a colaboriacionista nazi, ególatra (no todos los inventos fueron suyos, los otros dos "mous quemers" quedaron eclipsados) empleado a sueldo de las petrolíferas (le pagaron sus viajes a cambio de buscar yacimientos de petróleo marítimos), maltratador de animales y de familia. Contar su historia completa hubiera sido muy interesante.
Desgraciadamente, este filme llamado Jacques opta por la leyenda en vez de por la realidad. Deja a un lado su pasado presuntamente nazi, solo menciona de pasada lo de las petrolíferas y no menciona a la segunda esposa y amante suya mientras vivía la primera, solo se centra más en sus discusiones con su hijo mayor, pero no es suficiente. Se deja ver por la interpretación de Lambert Wilson y por la maravillosa banda sonora de Alexandre Desplat, pero se queda corto, es una hagiografía en toda regla que lo acaba convirtiendo en un santo.
Nota sobre 10:5
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