sábado, 12 de enero de 2019

El vicio del poder

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Antes que nada, expresar mi protesta por el ridículo título en castellano El vicio del poder que le han puesto a la película Vice. Evidentemente, el título original hace un juego de palabras entre vice como referente a vice de presidente y vice de vicio (entendido como sinónimo de corrupción, no de adicción), pero ese juego de palabras se pierde con la traducción como vicio, y si encima le añades la coletilla "del poder" (premio "Don Erre que Erre" a la "originalidad" de la coletilla, por supuesto), adquiere un tono patético, paternalista, como si fuésemos burros y no entendiésemos qué significa Vice.

Y pasando a comentar la película, y ya que lo que más interesa de comentar es la construcción de la película y su guión, intentaré no caer en el spoiler. El guión es muy brillante y muy osadamente construido, parte de una brillante metáfora y una magnífica idea.

La primera, vertebrar creo la película a partir de lo que el personaje no tiene: corazón. El todopoderoso y corrupto Dick Cheney es mostrado prácticamente como un témpano de hielo, frío y sin sentimientos, con un solo punto débil: sus infartos (creo que fueron tres); infartos que casi son en momentos claves en la película, como si fuesen los tres actos clásicos: juventud, primeros coqueteos con el poder y vicepresidencia, con epílogo final. Christian Bale hace una magnífica interpretación de ese témpano de hielo, tiene la expresión justa, aparte de su engordamiento y su maquillaje; no menos magnífico es el trabajo de Amy Adams como la Lady Macbeth que le acompaña (su escena a principios del filme es portentosa, su interpretación puede recordar a la de Robin Wright en House of cards, pero creo que es mejor la de Adams), y el de Steve Carrell como "sarcástico" Donald Rumsfeld (si Cheney es un témpano, Rumsfeld es el contrapunto, una hiena sonriente); Sam Rockwell lo hace muy bien como George W. Bush, pero creo que tiene menos peso en la película.

Y la magnífica idea, de la que no puedo hablar lo suficiente: el narrador, Jesse Plemons, el anónimo narrador (solo sabemos de él su nombre, Kurt, hasta la sorpresa final). En apariencia, funciona como un Michael Moore o como un Pepito Grillo recordando los "logros" de Cheney mirando a cámara a lo House of cards, pero en los últimos minutos se convierte en otra cosa, el plano final de la película no es casual, es consecuencia de la presencia de ese personaje; utiliza un truco de guión utilizado por algún genio del cine alguna vez (no diré quién, por supuesto) y parte de un dato de la biografía de Cheney poco conocido aquí (de hecho ni se nombra en la Wikipedia española, lo comprobé tras ver la película). A mí me parece una gran idea de guión, mucho más osado que el gag de comenzar a poner unos falsos títulos de crédito finales a los 50 minutos del comienzo o la divertida gamberrada que es la escena poscréditos (títulos de crédito soberbios por cierto).

Por todo lo dicho, creo que queda claro que me parece una excelente película, la mejor de lejos de un Adam Mckay que no me había convencido como director hasta ahora, y que tiene muchas posibilidades de llevarse el Oscar a actor principal y guión, con permiso de Rami Malek y Roma. Muy recomendable.

Nota sobre 10: 9


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