Demasiado a menudo utilizamos como despectivo el término "actor histriónico", para referirse a aquel actor que fuerza demasiado el gesto, tanto dramático, ignorando que algunos de los más grandes actores de la historia eran unos enormes histrione. Pues Jerry Lewis era un gran histrión, y a mucha honra, su catálogo de muecas y disfraces deja en mantillas a imitadores más o menos afortunados como Eddie Murphy, Jim Carrey o Will Ferrell. Y también era un grandísimo cómico y un enorme director de cine, aunque sus primeras películas con Dean Martin son divertidas, tiene que llegar su unión con otro genio llamado Frank Tashlin, que le enseñó todo lo que sabía del gag visual en genialidades como Artistas y modelos, Loco por Anita o Yo soy el padre y la madre para cuando dio el paso a la dirección. Dirigido por Tashlin o por sí mismo a partir de ahí vene una sucesión de joyas de la comedia que lo lleva a lo más alto del cine cómico de ese momento: El botones, El ceniciento, El terror de las chicas, Un espía en Hollywood, El profesor chiflado, Lio en los grandes almacenes, Caso clínico en la clínica, Las joyas de la familia, Tres en un sofá, Un chalado en órbita, ¡Qué dia tengo!, ¿Dónde está el frente?... y su película maldita, El día en que el payaso lloró, aquella que retiró de la circulación ante las duras críticas por hacer comedia sobre el holocausto. No se recuperó como director y entró en declive, pero llegó Martin Scorsese y le dio un gran papel en una película, El rey de la comedia, cuyo título despistó tanto que fue un sonoro fracaso comercial. Su último papel importante que le recuerdo fue en el filme de Emir Kusturica El sueño de Arizona. Con su fallecimiento se nos va un mito de Hollywood y uno de los grandes de la comedia, descanse en paz.
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