En 1997, Ricardo Franco dirigió La buena estrella, melodrama sobre un carnicero estéril que recoge en su casa a una mujer embarazada que ha sido apaleada por su novio. Se convirtió en la mejor película de su director, y en el último filme que pudo ver estrenado, al fallecer sin completar Lágrimas negras. Ganó el Goya a mejor película, director, guion original, y actor principal para Antonio Resines.
Fue el primer Goya a la mejor banda sonora para una compositora, notable obra de Eva Gancedo.
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