Tras el patinazo de La gran muralla, Zhang Yimou vuelve a hacer un filme de gran presupuesto mucho mejor, aunque personalmente siga prefiriendo sus trabajos más pequeños o sus primeros melodramas de época que no pertenecían al género wuxia. Lo más destacado, un impresionante trabajo de fotografía y dirección artística, con un bellísimo uso de la imagen centrado en los colores blanco y negro con algún tono de color carne y alguna salida al rojo de la sangre, más unas imaginativas batallas con uso de unos paraguas de mortales varillas. El punto flaco, y lo que hace que no la considere una obra maestra, una historia demasiado confusa y con exceso de minutos sobre reyes malvados y guerreros con alter ego, defecto quizás pequeño, pero que hace que le quite un punto a una película que podría haber sido casi perfecta.
Nota sobre 10: 8
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